Y sigue la semana de viudo de verano, por estos lares. Anoche, para terminar un día totalmente agotador –presentación de comerciales a un grupo de gente para su evaluación en el Plaza El Bosque; una ida a Diez de Julio por un maldito tornillo de la moto, una presentación funada por un brief mal dado-, le pegué un telefonazo al buen Rec y nos juntamos en mi depto. para tomamos un vino que tenía guardado hace un rato. Para qué esperar más; había mucho que contar. Primero por el caos familiar que estoy viviendo. Una mezcla extraña entre la familia más unida que nunca y una pena que ya es medio rabia. Súmele a la Romi y los niños en la playa (el celular se me descargó en medio día, nótese lo hablado), más las vacaciones y los cumpleaños a la vuelta de la esquina… Uf. Él, con el atado de que Rec ya no va más, así que viendo qué va a hacer. Si seguir en Chilevisión o buscar por otro lado. Habrá que ver. Al final, un salud. Qué tanto. Mi compadre es seco en lo que hace, así que ofertas le van a llover. Mi familia, un roble. Lo que no te mata, te hace más fuerte. La Mopa moviendo la cola, el vientecito rico que entra por la terraza, y un buen rato de conversa. Catarsis, para estos días. Justo lo que necesitaba. A las 11 nos despedimos. A las 12 me llamó mi tío y conversamos por casi una hora. Está mal, claro. Pero saliendo. Con esa fuerza interna que impresiona y que te hace recordar que las cosas pasan por algo. Siembras lo que cosechas: en su caso, una familia sólida, unos hijos increíbles y unos amigos a prueba de balas. Así que bien, dentro de todo. Bien. Salud por eso.
Cristián Ritalin León
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