¿Que por qué he escrito tan poco? Por las pantallas. Las pantallas me persiguen, y les trato de hacer el quite lo más posible. Y no me miren raro. Soy fanático de la tecnología. Sólo que últimamente (echale la culpa a mis vacaciones de piscina, hamacas y libros de papel), me he dado cuenta de que estamos volviéndonos más mentales que animales. Y eso no es tan bueno como suena, ¿no? Alguna vez hablé de esto, pero sigo pegado con el tema. Esta semana, más que nunca. Vivimos en un mundo mental, donde el estado físico pasó a ser sólo una preocupación estética y de salud. Nunca práctica. Todo por culpa de las pantallitas. Y es cómodo, claro. Como no lo va a ser: Me despierta una pantallita. Otra me cuenta las noticias mientras una tercera, que nunca está a la hora, se prende sola. Apago la segunda y me quedo pegado con la música de la tercera. Otra pantalla me avisa la velocidad a la que voy. Llego a otra que me pregunta el piso al que voy. Y de ahí, non stop a la pantalla con ventanitas. Porque, claro, antes tenías que despegarte de tu ventanita binaria aunque fuera para pescar una cinta de un comercial y echarle una mirada en Otra pantalla. Ya no. Ahora la pantalla es omnisciente: radio, tv, gráfica. Todo en la pantallita. Si un tipo de los 60`s. ¡O incluso de los 70`s, os 80`s!, se pegara un improbable viajecito al 2007, se extrañaría de ver a todos mirando tele. Todos. Pantallitas que te conectan con alguien. Que te entretienen. Que te avisan cosas. Con las que trabajas. Con las que pasas el rato. Las pantallitas, señores. Esa es la razón por la que he estado escribiendo menos. Pero se me va a pasar, ¿ah?. Se me va a pasar.
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