Hoy en la mañana vi la noticia de la Editorial Santillana y como han empezado a poner publicidad dentro de textos escolares. ¡Dentro de textos escolares! Quedé plop. Como si no fueran lo suficientemente caros como para no recibir distracciones de más. No me malentiendan. Soy publicista. Vivo de la publicidad, y disfruto lo que hago… Pero tiendo a pensar de que lo que hago es relevante y entretenido. O que tiene algún tipo de valor estético o de diversión. Y por último, en los ultimos 3 años, vivo de la publicidad experiencial. Hacer a la gente parte de un concepto. Que ellos mismos lo tomen y lo usen. Porque es relevante. No interruptivo. Con las campañas experienciales eres tú el que entra a un sitio. Eres tú el que interactúa o se hace fan de algo. Tienes opción. Por eso también cada vez más me molesta la interrupción de mis noticias, mis reportajes o mis películas, y eso le pasa cada vez más a toda la generación “lo quiero ahora y como quiero”. El resultado es que casi no prendo las tele de los hoteles cuando viajo, y me quedo viendo peliculas en mi iPad cuando y como quiero, sin interrupciones…
Pero aún así se entiende la publicidad en medios que sino serían impagables. O en los estadios con tal de que las entradas no sean tan ridículamente caras. O incluso en medios destinados a entretener… ¿¡Pero en un texto escolar?! Interrúmpanme mi película, mi viaje, mi programa o la entrevista que estoy leyendo… Pero no nos pongamos pelotudos. Interrumpir el aprendizaje? No me parece, señores. No me parece. A menos que empiecen a regalar los libros y uno por último entienda un poco la ecuación y le cuaje, dentro de todo, como el mal menor. Pero ganar plata por ambos lados, y desperfilar un texto educativo? Ahí si que no.
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