La cosa es así: Luego de un día en que tienes el cuerpo en la oficina pero la cabeza en el cambio de casa, sales temprano, enfilas hacia tu nueva casa (apuntando mentalmente exactamente-cuanto-te-demoras en llegar), estacionas en tu nuevo estacionamiento -ahora la moto se cree auto, atrás quedaron sus días de mendigar espacio al auto), para entrar esquivando cajas y muebles a medio armar. Y, tate: la casa ya se siente como tuya. Cuento corto, cambio de casa versión telefónica, onda de lejos, más operación felina (el pobre Kuroi despertó eunuco y perdido) y, cuando ya no das más de calor por acarreo de cajas… La piscina te hace señas. Y saltas. Piquero en cámara lenta en medio de la noche, con tu familia en la terraza, la Mopa moviendo su cola de peluquería y chapes rosados ad-hoc y una cosa en la guata que ahogas con un gritito feliz bajo el agua.
top of page
Buscar
bottom of page
Comments