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Foto del escritorCristián Ritalin León

Mothers


A propósito del Día de la Madre –que por estos días acapara todos los medios, todas las atenciones y todos los vitrineos masculinos-, la revista Paula sacó una nota especial en su último número, en la que cuatro escritores escriben sobre el tema de la mamá y su impacto en su/nuestra vida. Mientras lo leía –sentado en el bergiere de mi pieza con Nicolás en una mano y la mamadera en la otra, como bien les grafiqué en este post-, no pude evitar emocionarme literalmente hasta las lágrimas con dos de ellos: el de Carlos Franz… y especialmente el de Andrea Maturana. Franz me hizo asentir con la cabeza (mire la coordinación: las dos manos ocupadas, leyendo y además asintiendo con la cabeza) cuando exponía que para un hombre las ganas de engendrar hijos no nacen solas. No vienen en el paquete, como con las mujeres. De hecho, antes de nosotros querer darle un hijo a una mujer, primero son las mujeres las que “nos preñan” con la idea de tener hijos. ¡Que cosa más cierta! Vas por la vida pensando en insustancialidades, cuando de pronto te encuentras cara a cara con una mujer que te hace clic en la cabeza. Una mujer con la que quieres efectivamente tener hijos. ¿Hijos yo?, ¡nooo, me queda mucho!… Pero la ves, y todo cambia. Amén, hermano. Para las mujeres es algo hormonal; genético. Para nosotros, viene desde afuera. Desde la futura mamá de nuestro mini-me.

Ufff… Andrea Maturana, caso aparte. Me picó cebolla frente a los ojos, al reflexionar sobre los hijos y su influencia en nuestra vida. Para la mayoría de los que no han sido padres, un hijo te coarta la libertad. Te restringe la vida… ¡pero es justamente lo contrario!. Los hijos te hacen vivir de forma más responsable; te agarran la vida y te obligan a encaminarla, darle una forma real. Eres responsable de una cosita chica y estás obligado a tomar las riendas de dos vidas. Y si tener el control de tu vida es carretear y consumir y tomar y viajar y reírte entre humo de cigarros y hielos derretidos en el vaso, prefiero la “esclavitud” de tener hijos. Los niños te enseñan de amor; de cariño real. De inocencia. Te sorprenden sólo por su forma de ser. Cero falsedades, cero segundas lecturas. Los hijos no te quitan la vida. Te la devuelven.

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