Mi día se me vino cual avalancha. Tal como la descripción que tengo a la derecha. Mil presentaciones, reuniones, sacando comerciales con una mano e intentando comer algo con la otra (mi dieta sigue estoica como siempre, pero por lo mismo ya no puedo darme el lujo de no almorzar). Para colmo reunión de apoderados, el baby resfriado y un SCL en cámara lenta mientras voy de allá p`acá en la salvadora moto.
Pero son justamente estos los momentos en que está por tiritarme un ojo que digo “¿estresado? ¿De qué? ¿De esto?”… No puedo estresarme. No es lógico. Trabajo en lo que quiero, hago lo que quiero y, por último, estoy entretenido haciéndolo. Si ando a mil por hora tengo dos opciones: o hacerlo con una sonrisa y con la punta de la lengua asomando –a.k.a. cara de jugando PlayStation-, o la paso mal y todo se vuelve cuesta arriba: no me concentro, no me salen ideas, la paso mal, trasnocho. En ese orden.
Así que, si están por estresarse, sigan mi consejo testeado y fresquito: no le den tiempo al stress en llegar. Disfruten lo que hacen, tráguense el vértigo y aprieten las mandíbulas mientras dominan esta vida que se pone tan chúcara a veces. ¡Yiiiihaaaa!… Que siempre después de un jueves viene un viernes.
Woosh!
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