Deje para el final el clásico. Con mi sombrero de pitilla y anteojos de sol, creyendome todo un italiano, me senté al atardecer en un café y pedí un “dolce” lo más italiano posible – este se llama “chancletta” y es como una palmera rellena de una pasta muy liviana de chocolate-, y el infaltable capuccino. Mi manera -hay otra? Jaja- de decirle… CIAO, BELLA ITALIA! para volver a hacer la maleta y preparar mi madrugacion.
(y con nutrasweet el cÃnico)
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