A propósito del finde trenístico (ver post del Domingo), me acordé de un comentario que escuché cuando uno de los maquinistas retirados nos mostraba uno de los enormes fierros detenidos frente a nosotros. El hombre nos comentaba que, lógicamente, el “conductor” era simplemente un maquinista, que aceleraba o frenaba según el caso. Obvio. O al parecer, no tan obvio para todos. Un tipo, haciéndose el inteligente frente a su hijo de 3 años, le preguntó “Entonces… No había ningún tipo de maniobrabilidad?” Yo miré a su hijo y creo que hasta él encontró pelotuda la pregunta. “No, si a veces podía salirse de los rieles”, estuve a punto de decirle. E inevitablemente eso me llevó a recordar casos en los que no puedo creer lo que oigo. Como la vez en que, en el zoológico, una tipa le dice a su marido “Aagh, estoy chata de ver tantos perros. Vámonos a la casa?”. Chán. Perros. O ese mismo día, en el restorán peruano. Se oía música andina, y alguien comentó demasiado fuerte “Oye, esta es música china, no?”. En fin.
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