Mi gran problema es que soy un desmemoriado. A cagar. O quizás es porque tengo muchas cosas en la cabeza? No sé. Soy de los que nunca jamás se van a acordar de la cara del mozo que me está atendiendo. Y tengo que pasar verguenzas del tipo “Ok, pero si tú me ves antes hazme una señal, porque no te voy a reconocer”. Uf. Pero, ¿a qué viene esto? A que me decidí a dejar mi binariez por un rato y comprarme una Moleskine para anotar todo lo que se me puede ir olvidando. Tips cosmopolitas que andan dando vueltas por ahí: Como que hay un grupo newyorker increíble que descubrí esta mañana llamado Vampire Weekend.
O que estoy rayando con una diseñadora de Tucson, llamada Milk, que hace las cosas más increíbles que he visto en mucho tiempo. Sampling:
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O la exquisita película gringa Juno, que vi ayer (me repetí el plato con Michael Cera, ayer lo vi en Superbad y todavía no entiendo por qué cresta le pusieron en español (¿?) Supercool. Plop.) O la cantidad de datos y tips que estoy recopilando para mi viaje al Ad Tech de San Francisco -y que entre high tech y stands voy a intercalar con el Golden Gate, Fisherman`s Wharf, Alcatraz- y mi viaje al Emerging Media Lab de L.A. -corte a MGM Studios, Grauman`s chinese theatre, arrendar un descapotable y creerse la muerte entrando por Hollywood Bvd-. O más cercano: la juntada post-veraneo en mi depto., probando el Singani Casa Real ( el singani es como el “pisco” boliviano -en realidad es un jerez-, que con hielo y bebida está bien bueno) al que le voy a ir a hacer un comercial a La Paz este otro mes. El cliente me prometió un hotel “no tan alto, para que no te apunes” D`ouch!
Cuento corto, tantos datos y yo sin una agenda para andar anotando. Aunque luego me acuerdo de lo mala que es mi letra, y me pregunto si no necesitaré también una rosa… rosa algo. Eso para descifrar geroglíficos? Agh. ¿Ven? Soy un desmemoriado. A cagar.
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