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Foto del escritorCristián Ritalin León

Back… to the tic tac

En algún momento del sábado en la “mañana” (12.30?), justamente mientras estaba bajo el agua mirándome las manos apoyadas en el fondo de la piscina, algo en mi cabeza hizo clic. Un pitido como el de los celulares cuando la batería se cargó. Ya. Listo. Estamos. Así que, aprovechando que ni a mi señora ni a mi nos gusta llegar de zopetón al lunes, se nos ocurrió irnos el mismo sábado en la noche de la Parcela. Con una felicidad media tristona (melancolía vacacional, ponte tú), ordenamos todo, cargamos el auto… Y me puse el reloj. Otra vez. Luego de dos semanas completas. Clic. La sensación fue la misma a la que debe tener un astronauta al llegar a la gravedad terrestre. O la de Mampato al volver a su casa. ¡POW! De golpe, el mundo empezó a hacer tictac. Con horarios. Con zapatos. Con maquinas de afeitar y dietas. Uf, esa sí que urgente. Pero no, no quise traumatizarme con la entrada a la atmósfera santiaguina. Así que el domingo en la mañana partí con los niños –más mi “hija adoptiva” en estas vacaciones, mi hermana de 11- a ver una obra de teatro a Ñuñoa. Luego un almuerzo leeeento y regado donde mis viejos. Donde ahí, en un rincón, mi fiel corcel plateado con su manzana mac en la frente me esperaba: desempolvé mi scooter, la enceré… y partí, en la más exquisita soledad –solos yo y mi celular tocando Babasónicos directo a mi cerebro-, a disfrutar Santiago en domingo: – Exposición de Marta Colver. Llegué justo para el último día. Buenísimo. – Recorrer santiago con el libro de Vicuña Mackenna todavía en la retina, ubicando la casa de la Quintrala, la de Pedro de Valdivia; vuelto loco como turista recién llegado en pleno centro antiguo. – Una tarta de ricotta y frambuesa con un capuchino (parto el lunes la dieta, lo juro), mientras termino de leer “Fatamorgana de amor con banda de música” de Hernán Rivera Letelier. Genial. – Un paseo al atardecer, con las calles con una pátina anaranjada y un viento tibio que me recibe cuando, finalmente, llego al departamento. Re-la-ja-dí-si-mo. Domingo en ralentí. Pero al menos con el motor ya encendido. La mejor (¡la única!) forma de entrar a la atmósfera otra vez.

Cambio y fuera.

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