Hace muchos años, cuando con la waif nos compramos nuestro primer auto cero kilómetro, nos pasó algo que nos cambió mucho nuestra forma de ver las cosas: Y es que, luego de la emoción de la entrega, y manejar a nuestro departamento, apenas nos estacionamos ambos nos quedamos en silencio con el motor detenido y mirando hacia la pared.
Esto es todo? Qué más?
Habíamos soñado por mucho tiempo con comprar ese auto. Y ahora que lo estábamos estacionando, una sensación de vacío y de «y ahora qué» nos invadió a los dos al mismo tiempo.
Esa misma sensación, se volvió una normalidad cuando fuimos cumpliendo otros objetivos. Casa, viajes, premios, sueldos… «Y ahora?»
Teniendo la suerte de tener amigos y familiares con mucha (muuucha) plata, veo que eso mismo pasa en todos nosotros. El llegar a una meta, y luego quedarnos en blanco. Medio deprimidos, porque la meta era una especie de espejismo. O, como dijo Jim Carrey alguna vez: «Quisiera que todos fueran, en algun momento de su vida, ricos y famosos. Para que vivan en carne propia que, la verdad, ese no es el camino».
Cuál es entonces??
Otra de mis fortunas de la vida, fue haber estudiado Judo con un profesor que aprendió en Japón con los más grandes maestros de la era. Literalmente. Tanto así, que recuerdo divertido que en algún momento nos mostró un video de «El mundo al instante» con él mismo, de unos 10 años, como el único niño occidental aceptado en ese Judoku.
Con él aprendí a meditar. Aprendí el budismo (una filosofía, NO una religión)… Y aprendi algo que, años mas tarde, se ha vuelto una fuente de energía y foco en mi vida: El agradecer.
Agradecer que desperté un día más. Agradecer porque mi familia está sana. O incluso agradecer alguna pequeña desgracia que, al final, terminó enseñandome algo valioso. Como haber sido despedido en plena pandemia y con 43 años, para emprender y vivir mis años profesionales más felices y plenos de mi carrera.
Qué diferente sería todo si nos dieramos cuenta de que el foco que siempre tenemos (tener más, acumular más, una casa mas grande, vacaciones más lejos, facturar más, ganar más), es un fukin espejismo que nos nubla del aqui y el ahora. De disfrutar un dia de regaloneo con tus mascotas o tus hijos, de disfrutar lo que tienes y lo que eres. Y conseguir hacerlo antes de que estés en tus sesentas mirando por la ventana de tu penthouse apoyando la mano en tu reloj de oro triste porque te perdiste los años de niñez de tus hijos. Cuánto de tu "capital" estarás dispuesto a regalar por volver a esos momentos?
Parar. Respirar. Dar las gracias... y entender en esa pausa y esa electricidad en tu espalda, que la única manera de crecer -realmente crecer-, es a través del entendimiento de la suerte increíble de estar aquí.
Y Ahora.
Así. En mayúscula.
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