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Foto del escritorCristián Ritalin León

¿El encanto de volar?

Me casé a los 24 años. El 04 de Agosto de 2001. Y los preparativos para celebrar nuestros 20 años, llegaron en plena pandemia. Aún así, aposté por poder viajar a celebrar, los dos solos. Este es el resumen de lo que significa volar fuera de Chile a 3 días de la apertura de frontera para los vacunados. Uf.

El año pasado mi hermana me invitó a sumarnos a un viaje que harían con mis viejos, tíos y primos al Caribe. La lógica me dijo “mmm no sé”; y preferí esperar a ver cómo seguía el cierre sanitario por el CoVid. Lamentablemente, el tiempo me dio la razón, y el viaje terminó siendo cancelado.

Pero a mediados de año, y cada vez más cerca de nuestros 20 años de Aniversario (¡¡20 años!!), no pude si no hacer oídos sordos a mi propia cordura, y me metí a preparar el viaje.

O sea… no “el” viaje. Mi plan original contemplaba pasar a ver a mis tíos en la Costa Azul, conocer la casa donde nació la abuela de mi señora, en el País Vasco…

No. Hablo de una versión “CoVid” de la celebración de los 20 años. Pensando además, obviamente, que no es buena idea estar 30 días fuera, cuando tu agencia apenas tiene 1 año y muchos de tus clientes no llevan ni 8 meses contigo.

No. Era una versión digna de 20 años… pero más aterrizada. O algo así: Ir al hotel que nos dejó boquiabiertos en el 2012, cuando fuimos con los niños a Cancún. Un hotel en Playa del Carmen (la “versión adulta” de donde estábamos). El Gran Caribe Real. Hoy, llamado Panama Jack.

Brazalete, all you can eat, tragos ricos, buenos restoranes y mucho, mucho sushi; a menos de 3 cuadras de la Quinta Avenida, el lugar de restoranes, tiendas y carrete.

A estas alturas del año, con la industria turistica hecha pedazos, comprenderán que grandes deals no encontré… pero ok. Son 20 años. Elegir, elegir, aceptar, elegir… llenar tarjeta.

Vamos. Uf.

Mientras tanto, el Gobierno estaba cambiando por segunda vez la fecha de apertura. Y yo sudando porque X dia a X hora era el ultimo momento de desistir y anular la compra.

Pero no. Pasó ese día (la noche anterior no dormí nada, obviamente)… y nos la jugamos: el 29 salimos a México! Y justo, justo, justo 2 días antes de saltar por la ventana por el bloqueo, se abren las fronteras.

(Musica angelical).

Desde ahí, modo conejillo de Indias. Por ejemplo: Calculé que era muchisimo más barato -y más comodo- ir en auto al Aeropuerto, y dejarlo en un estacionamiento que tiene bus de acercamiento. Ok, pero ¿Puedo volver a buscarlo en ese mismo bus? ¿Al regreso no nos convertimos en unos parias que no podemos ver el sol por 10 días?

Seremi? No. No tenemos nada claro.

Uf. Ya. Son 20 años. Démosle.

Photo by Dan Gold on Pexels.com

Ok, vamos igual. Vaaamos, son 20 años.

Paso dos: La ida.

Tuve la buena idea de sacar la Worldmember del Santander apenas salió. Asi que tengo “super poderes” cada vez que viajo: 6 upgrades a business al año, uso del salon Vip y, lo mejor, check-in preferente (o sea: hay más gente del otro lado del mesón que en tu lado). Pero no, esta vez la entrada Preferente esta cerrada y Latam nos sugería llegar 4 horas antes.

¡Cuatro horas antes!

Obvio que les hice caso… y, para buena suerte nuestra, la cosa no era necesaria: con el QR y las dos vacunas Pfeizer, pasamos como avión. Una llenada en el celular del documento de ingreso a Mexico, una compra obligada de una de esas mascaras de mica (totalmente innecesaria, nunca la usamos ni en Lima ni en Mexico)… y pasamos a esperar al otro lado. A las 3 am de la mañana. (¿Muy temprano para desayuno? ¿Me tomo una chela?)

Desde ahí, el resumen es: Si los asientos son cada vez más chicos e incomodos para una hora donde “deberías” dormir (5 am > Lima hasta las 11 y luego a Mexico), imaginate tratar de hacerlo con doble mascarilla -yo que apenas aguanto una-, y una mascara para dormir. Es algo parecido a esto:

De ahí, fast forward del viaje: Una parada muy agradable en Lima (o casi, no sabía que ya no tenia “superpoderes” en el Vip de Lima, asi que basicamente pagué 50 lucas por dos aguas y un café), un vuelo con doble mascarilla hasta Mexico… y la llegada bastante rápida y organizada a Cancún. Luego, freakeado en el bus hacia el hotel, con una familia de Puebla con dos personas tosiendo y yo echando alcohol al aire como si fuera Haze. Pero todo “normal”.

Hablemos ahora del desastre del regreso:

Pues bien. El retorno implicaba, primero, hacernos en PCR en Playa del Carmen. El hotel nos cobraba US$130 por cada uno, pero encontramos en la Quinta Avenida uno por $98. No era una ganga (unas 140 lucas por los dos); pero habia que hacerlo. Al volver… Uuuuf, al volver?

  1. Caminar más que Kung Fu. No me pregunten por qué. Creo que debe ser una forma de usar algo que no se ha usado, o algun memo erróneo dando vueltas por ahí. Lo cierto es que el nuevo Pudahuel es TREMENDO. No Barajas tremendo, pero sí “camina media hora” tremendo. Y para el nuevo protocolo, no se les ocurrió nada mejor que usarlo todo. Como si quisiéramos el tour. Sin exagerar, desde la bajada del avión hasta el primer chequeo, debimos haber caminado unos 30 minutos. Facil.

  2. Qué onda la tecnología. En teoría, con el PCR hecho (QR), tu pase ok (QR) y los pasajes (QR), solo debes mostrar tu celular y pasar, no? No. Luego de mi caminata más larga desde el inicio del CoVid, nos quedamos pegados en una fila (eran las 5 am, no habian muchos vuelos). Al asomarme, vi 30 casetas con 30 personas que, con lapiz, papel y un celular, se quedaban al menos 10 minutos por persona. ¿¡Haciendo qué?! A los 40 minutos lo averigué: Llenando A MANO la misma info que venia en los QR. ¿De donde viene? ¿Segundo apellido? ¿Tiene su vacuna? ¿Se hizo el PCR? Y un par de papeles, a mano, con timbres cual 1995. Y siga la flecha por favor.

  3. Otro PCR, muchas pantallas y “quien se forró con esto”? El siguiente paso es caminar muuucho, bajar escaleras y llegar a una fila a lo Disney, con más tecnología que Star Wars: Unas pantallas que no funcionaban, para sacar un papel (no QR), y pasar a una cabina con un tubito donde tienes que escupir. O sea, otro PCR. Escupir. Cosa que yo nunca aprendí. Con la boca seca por el viaje. Nice. Y siga por acá.

  4. Otra fila, para entregar el tubito y avanzar. Con otras casetas con al menos 10 personas tomando los datos y pasandote otro papel que debes llevar. Eso, sumado al pasaporte, el ticket y las maletas, ya se vuelve confuso. Pero vamos. Llegamos a las 5:30, ya son las 8 am. Y vamos mostrando el papel de “De donde viene, tiene el PCR” en cada estación, cual concurso de gimcanas.

  5. Finalmente, la “normalidad”: Una fila enorme para Policia Internacional, seguido del Duty Free, seguido de “donde carajos están las maletas, si el avión llegó hace 4 horas y ya ni sale en la pantalla”… seguido de SAG. ¡SAG! Señores, hasta me sacaron fluidos de mi cuerpo. Literalmente.

Mientras tanto, leí que al menos el protocolo para ir a buscar el auto ya estaba claro (“Se puede ir en buses de acercamiento a los estacionamientos, o TransVIp o whatever”); y la promesa de que te van a vigilar por 10 días. Cosa que, oh sorpresa, es muy cierto: la Seremi viene todos los días tipo 10 am a revisar si mi señora y yo (y todos los de la casa) estamos encerrados como corresponde.

En resumen? El vuelo llegó a las 5:30, yo llegué agotado a mi casa a las 9:30; y estoy encerrado por 10 días cual Junio del 2020.

¿Valió la pena? Obvio que sí. Celebramos los 20 años. Estuvimos solos. Comimos. Tomamos. ¡Salimos del encierro por un rato! Pero ojo: mi vuelo era muy temprano, no habia muchos vuelos… y aun así me tomó 4 horas volver.

Así que a armarse de paciencia… o esperar a que todo vuelva a algun tipo de normalidad con menos tubitos de ensayo, filas interminables y maratones 2K.

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