Esta semana se vino ruda. Muy, muy ruda. Achap colmó las manos y cabezas de casi toda la agencia, así que –al menos en mi grupo- la categoría “redactores” estuvo desierta. Mientras la mayoría la pasaba llenando afiches, filmando y produciendo, yo –of course- hice buena parte del trabajo normal. Tiritón de ojo included.
Presentaciones. Menciones. Reuniones. Campañas de última hora. Trasnoches. Todo eso, sumado al extra punch que le metí al Gym porque se viene el verano y todavía veo apenas las puntas de mis zapatillas, más mi resfrío, más que Sebastián anduvo con fiebre hasta ayer (which means barely sleeping)… Mézclese, sírvase y grítese contra una almohada. Osea. Pero llegó el viernes. Y viernes fue pastelito –tartaleta de frutillas, esta vez-, y el clásico lunch de machitún con todos. Seguramente en el Brannigan`s. O si no, Gym. De ahí, a las 15.00 pm en Finish por una grabación mínima, y luegooo… D.E.S.C.A.N.S.A.R.R.R.R.R. Los días están como para asados familiares. Y que mi viejo se acabe de comprar un auto puede resultar una excusa improvisada para tirar unas carnecillas. Una. Y que Gregorio venga llegando de Indonesia, dos. Eso. Terapia de fin de semana. Asados, carrete, andar en bicicleta con mi ruliento a cuestas y leer en la terracita. Me compré El Zorro de Isabel Allende y me tinca harto. Sobretodo con días como este. Necesito eso. Necesito un break. Necesitaba un viernes urgente.
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