Es raro partir la semana un jueves. Porque el martes es viernes y el miércoles tiene un extraño dejo a sábado. Ni hablar del domingo. Pero así es el post natal. Cinco-dias-legales. Así que heme aquí, en mi martes-viernes, luego de un lunes-jueves full trabajo que terminó con Ayatola (1) y yo en el Fast Good conversando de la campaña que se nos viene y de la vida y del verano que nos pasa por el lado mientras seguimos trabajando y tomando jugo de piña con albaca y comiendo hamburguesas premium que lo más premium que tienen son el precio. De ahí, a la moto. Y de la moto a la calle -con soundtrack de Narcotango pegado a los tímpanos- y de la calle al depto. Al entrar a mi pieza, el olor a guagua y esa carita pelona de ojos achinados me ven llegar. La Mopa, ya casi resignada a su bajada de escalones cariñísticos, me mueve la cola mientras la saludo a la rápida. Beso a mis dos hijos -los dos ya duermen-, beso a la Romi que está encarrada con mi suegra en la pieza de estar (¡ahora, nuevo sabor nicotina!), me ducho rápido para sacarme el día de encima y disfruto de un rato de relax quemando palo santo y haciendo zapping. La vida es lo que te pasa mientras haces otros planes. En este momento, mi único plan es mirar la vida pasar a través de los ojos de mis hijos (porque un hijo si que te define como pasa el tiempo), disfrutarla a concho y ser feliz. Nos vemos el lunes.
(1) Ayatola: dícese del nombre que usaré para mi director creativo. Mote que le creamos hace años porque “Haya-to`a-lah cosas malas”
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