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Foto del escritorCristián Ritalin León

Ritalin Pan


Estoy convencido de que tengo algo de ese “Síndrome de Peter Pan”…. ¿o es normal que el día del niño lo pase mejor que mi hijo?…

Con un día primaveral a cuestas, y luego de jugar con Sebastián y sus regalos del día del niño (un superman de 25 cms. onda de colección que yo lo hubiera querido para mi -regalo de nosotros- y el batman de la película, regalo de sus tías), partimos a las 12.00 al siempre grato y obligado teatro infantil dominguero, que esta vez se había trasladado a la plaza ñuñoa. Globos, malabaristas, aroma a algodón de dulce y primavera; gritos, risas, muchos niños… Y la obra El gato con Botas. Y sí, les confieso que el que más se reía era yo. ¡Es que la puesta en escena era simplemente genial! Un tipo que tocaba acordeón, trompeta y saxo y hacía la música incidental; otro encargado de los efectos especiales (como el clásico pito de pajaritos cuando alguien se pegaba) hacia las veces de narrador. Y además, claro, los actores: el gato, el dueño del gato, el rey… ¡y un escenario de títeres! Cada vez que la narración lo ameritaba, los personajes se iban detrás del escenario, y se convertían en títeres, con sus mismas voces y todo. Luego, a las 13.00 en punto, el también clásico Burger King. Mi última comida chatarra hasta el verano, según prometí. Y de ahí, escuchando Miranda! y cantando con Sebastián a todo volumen por Kennedy, llegamos al Bulevard de Parque Arauco a ver “Charlie y la Fábrica de Chocolates”, mientras la Romi iba a la peluquería. Grande, Burton. La película está buenísima. Y, aunque sentí que el guión guateó a veces -comparado con la original, claro-, la contraparte de verle la cara a Sebastián y escucharle decir “está muy guena, papá!” a cada rato, zapateó sobre el crítico que llevo dentro y me dejó más que conforme. A la salida, cantaba el grupo Zapallo (buenas canciones pero pernísima puesta en escena), así que nos quedamos escuchándolos y jugando hasta que la Romi terminó su makeover… terminando en casa de mis viejos tomando té con milkshake de chocolate, tarta de manzanas y helado. Lo pasé tan bien, que creo que comprobé mi teoría: A los 28 años, sigo siendo un niño.

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