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Foto del escritorCristián Ritalin León

Placeres

Este finde estuvo cargado de placeres absolutos. Así. Tal cual. Y como me gusta compartirlos, tomen su palm; abran su “stickies”, o simplemente agarren una servilleta y el eterno bic y grábense estos datos que me aprendí empíricamente estos dos últimos días:

Si estás aburrido, no hay mejor forma de salirte de la modorra que pegarte un viaje al centro de Santiago. Ya lo posteé hace unos días y parezco pegado, pero realmente el downtown criollo está cambiando. Demasiado. El sábado partí con la family estacionándome cerca de la ya conocida calle Merced -donde está el Emporio la Rosa y el recientemente inaugurado Catedral-. Luego de una vueltecilla por la zona ondera del centro (les recomiendo especialmente el cheescake de chocolate del Abarzúa y las tienditas de libros y discos de Merced), paseamos un rato por la callecita de antiguedades y seguimos hacia el centro. ¡Y qué centro! Si parecía más Palermo que ahumada. Lleno de tienditas y cafés y pizzerías y restobares muy trendys. Tan trendy como la tienda TXT!. Un outlet cultural que nos dejó pegados por un buen rato entre libros baratísimos (me compré “Lo mejor de los mejores”, una selección de 10 cuentos cortos con lo mejor de la narrativa argentina conteporánea, $2.990), discos de lujo y DVDs imperdibles. De lo último y de lo clásico. Todo seleccionado con pinzas. De ahí seguimos aplanando calles hacia Moneda… pero una vez más terminamos deteniéndonos ante la cantidad de shows callejeros que llenan el adoquín céntrico. Payasos, malabaristas, chinchineros y ese aroma de vainilla y caramelo gentileza del Conejo de Nuts 4 Nuts. Clásico. Al llegar a Moneda, un súbito orgullo me agarra por la nuca. ¿Este es el palacio de la moneda? Porque, claro, lo conozco… pero está distinto. Remozado. Impecable. Con carabineros vestidos de gala que te sonríen y te dan la bienvenida (de hecho Sebastián les hizo unos movimientos Power Ranger y ellos le siguieron el juego). ¿El patio de los naranjos? Precioso. Y la nueva zona… Uf, eso es otra cosa: Un espejo de agua a la entrada, el Centro Cultural del -1 (¿estamos en Barcelona o en Santiago?) y ese aire cosmopolita que se está agarrando la capital que, wow, está de pelos. ¿Seguimos?

La tarde llegó con un vino blanco y unos rolls gentileza del Izkaya Yoko (merced 456). De ahí, vuelta al depto para seguir el pure pleasure con una juntada en mi terraza. Picoteo, un Santa Carolina Estrella Dorada (clásico de los clásicos) y el soundtrack perfecto para el fade out: Babasónicos, remezclas. Un guiño para el tímpano. Porque todo lo que viví el sábado fue un remix. Una versión 2.0 de clásicos que, juntos, dan el puntapié a este nuevo chile del que todos hablaban. ¿Saben qué? Llegó. Vayan a verlo.


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