La Romi es el Garfield en mis oídos. Mi némesis ritalinica de comienzo de semana. Cada lunes, cuando yo abro las persianas y entra ese sol increíble-pero-gélido de Julio, ella golpea mi ánimo con su “odio los lunes”. Así que opto por subir al máximo mi scaldasonno, correr a la cocina y armar un desayuno de comercial Nestlé: zumo de naranjas, huevos revueltos, tostadas con mermelada de frambuesa y cocoa. Ella prende la tele, yo tomo el diario y me escudo del pesimismo lunero con el vapor saliendo de la bandeja. No falla. Es que el lunes es como el 1º de enero para mi. Borrón y cuenta nueva. Semana fresca para hacerla y deshacerla a voluntad. Hasta que mi escritorio se llena de pega y trámites por hacer. Pero bueh, eso los lunes no pasa. Los lunes vienen limpios. Por eso suelo cambiar mi trayecto los lunes. Y en lugar de tomar Los Leones, llego hasta Providencia, cosa de pasar por Suecia arriba, levantar la vicera del casco y ver los árboles iluminados por el sol de la mañana. Postal de lunes. Así que ahora, acompañado por el tango electrónico de Gotan -también un clásico de lunes-, agarrar la pega, ordenarla y levantar el ánimo bien bien arriba. Un lunes es un viernes adelantado. Un día más para aprovechar que perfectamente puede tener happyhours, almuerzos, salidas, juntadas o, por último, un picoteo regaloneado con una buena película. Así que piensen en este lunes como un viernes sin finde por delante… y a disfrutarlo!
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