Qué lata creerse super buen amigo de alguien, y que no sea así. Qué lata convencerse que no te juntas nunca con ellos porque realmente no pueden, o no tienen tiempo, o que nunca te invitan al depto. porque todavía no está listo, o porque nunca invitan a nadie… y darte cuenta de que el único que no había sido invitado eras tú.
Rewind. Anoche, finalmente encontré el regalo perfecto para el Koke: una especie de album de fotos de cuero, de un diseñador de NY que encontré en el Drugstore. Teniendo un familión, pensé que sería una bonita forma de andar con los recuerdos a cuestas. Pues bien: llegamos al depto –que por lo demás estaba absolutamente in-cre-ible- y me encontré con que no conocíamos a nadie de ahí. Pero todos se conocían entre ellos. Obvio, eran puros amigos del Koke. Así que deambulamos entre gente desconocida y cara de no saber de qué hablar, hasta que llegó la Paulina con Rodrigo, ¡al fin conocidos!… Pero la sonrisa de reencontrarnos chocó feo contra el comentario de la Pau: “esta mesa no estaba la última vez que vinimos a comer”. Plop. Nos miramos con la Romi. Yo aguanté la cara de pena. ¿Osea que eramos los únicos que no habíamos sido invitados en todo este tiempo? Pensé que eramos buenos amigos. Los buenos amigos se invitan. Los buenos amigos no esperan 5 meses para invitarte, ni te dicen que nunca invitan a nadie porque el departamento está a medias. Los buenos amigos se conocen. Y, anoche, desconocí a mi amiga.
O a lo mejor de verdad que al Koke no le caemos bien (no se me ocurre otra cosa, ya que cuando la Ljuba pololeaba con Nacho nos juntábamos todos los sábados, y cuando estábamos en la Universidad yo pasaba metido en su casa). O a lo mejor es verdad que cambió ene, amigos incluido. O a lo mejor me hago atados por nada… pero estoy dolido. Mucho. Con todo lo que quiero a la Ljuba, con lo que me preocupé por encotrar el regalo perfecto para el Koke. Con lo que nos costó encontrar baby sitter para poder ir. Todos se conocían. Todos se veían ene. Todos sabían hasta el más mínimo detalle del viaje, de qué van a hacer. De dónde compraron la torta. Y yo, entremedio, como en otra onda de radio. Como que me sacó de su vida, y no me di ni cuenta. En fin. Ando bajoneado. Y esta vez, no le puedo echar la culpa al clima, porque hay sol.
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