A la hora de almuerzo bajé cual esquimal, sólo para darme cuenta de que Santiago se había convertido de pronto en una ciudad primaveral.
Así que llaves y casco y broooummmmm…
Y las 4 cuadras a Encomenderos convertidas en 15 segundos.
¿Cómo tan flojo?
Estacioné mi moto debajo del edificio de la productora de Gerardo y lo pasé a buscar para ir al SOYA, mi nuevo restorán fetiche. El ambiente cool (véase mi definición de tal en el post de la Pame ), informal y moderno, mezcla de loft y bunker budista zen, con grisinis en el centro de la mesa como arreglo (que fueron desapareciendo de a poco junto con el pesto que había para untar y el agua con pepinos), acompañaron una muy entretenida e interesante conversación psicológica, religiosa y metafísica-filosófica.
En ese orden.
Cuando llegó el momento de ordenar, nos bajó la complicación. ¡Todo se ve increíble! Desde los jugos (piña con menta y crema, manzana y jengibre, pomelo guinda) hasta el sushi, las ensaladas de medio litro del estilo “Puerros y manzana”, “Garabanzos japoneses”; y por supuesto las ensaladas: mango y rúcula con queso de cabra… Exactamente el tipo de mezclas que haría si fuera chef.
En fin. Optamos por compartir el sushi gratinado con blablabla y blablabla y yo pedí un “viaje a Tolouse” (mousse de quesos sobre una ensalada de rúcula y zuccinis en salsa de yoghurt), siguiendo luego una conversación que abarcó desde la iglesia hasta el sicoanálisis, pasando por la filosofía judeo-cristiana y los últimos estrenos cinematográficos.
Viéndolo desde afuera, supongo que parecerá raro que alguna gente tenga(mos) esa dualidad tan marcada: preocupado de la ropa, la facha, la decoración y la moda.. pero por otro lado devorador de libros, ensayos y tratados filosóficos; pintura, arte y música. A lo mejor por eso mis amigos son arquitectos, diseñadores o, como en el caso de Gerardo, músicos o directores o productores. Sólo este tipo de gente, hasta donde yo sé, tiene los dos lados tan bien desarrollados. Sentarse en un lugar tan “light”, con su decoración minimal y su cocina avant-garde, conversando desde la última película de Eastwood hasta pelando al nuevo papa. Light meets heavy meets lunch.
Y es que quedé pegado con la “encuesta cool”, y lo que define el concepto. Para algunos, cool es una picada entretenida. Para otros, cool es figurar en algún lugar de moda. Para mi, cool es estar en un lugar con onda, trendy, full decoración, full música electrónica, full amigos. Full todas-las-cosas-que-me-gustan. Porque al final, y pensando en los comentarios de Mamba, no creo que hablar de cosas entretenidas sea ser light. En mi blog no voy a hablar de la Crítica a la Razón Pura de Kant porque para eso me junto con gente a hacerlo. Acá lo paso bien, cuento lo entretenido del día y filosofeo sobre el qué y el cómo de la aldea global. Si hay algún tema digno de ser tratado en profundidad, venga! ¿Intelectual light? ¿Light ilustrado? ¿Pensador comercial?… me carga el puritanismo conceptual. ¿No puedes ser un filósofo de pelo corto? ¿No puedes ser una mina inteligente pero producida? ¿Se puede tener en el escritorio Las Últimas Noticias y la Rocinante? I know I do. Porque al final de cuentas, ¿qué es más auténtico? ¿Tomar de todo un poco y armarte tu cuento propio, o tomar el cliché del underground -que a estas alturas ya no lo es-, y seguir tendencias con los lentes apretados que no te dejan probar o sentir o escuchar o disfrutar otra cosa que no vaya con tus “patrones conceptuales”? Mental revolution, my friends.
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