La Romi me guevea por lo cuico, yo la gueveo por sus placeres culpables. Así que cuando me pidió que le quemara el Cd de Lucho Jara, la cara se me puso más roja de lo que es y traté de hacerlo piola… Pero me pillaron. Todos. Risas. Burlas. The shame.
Escuché toda mi niñez la aspiradora y enceradora sonando al unísono con “La radio de Shile”. Cuando chico, los viajes al sur de 10 horas in-a-row siempre me los mamé con Roberto Carlos (o Julio Iglesias o Ricardo Montaner) gritándome desde los parlantes, porque era eso o Mazapán. Pero tengo 28 años, fuck!, y si hay algo que me ha desaparecido con los años es la transigencia musical. No te soporto, Pudahuel. Pablo Aguilera, prepárate para un atropello en moto si te veo en la calle. Luchito, te perdono porque me caes bien, pero no me pidas que te escuche, porque te quemo, te boto y me olvido. El Cd que me viste en la mano, fue sólo por amor. Y que conste que me carga “matar la música” de cantantes chilenos. Pero no me veo preguntando por tu último disco. Antes, prefiero las burlas y las risas y the shame. Sorry, pero soy electrónico. Intransigente y electrónico. Y Pudahuel, sigan mandándome chocolatitos, que igual pauteo con ustedes aunque no los oiga ni muerto.
(mientras, para sacarme el mal sabor de oídos, me enjuago el tímpano con Tanghetto, Foo Fighters y Finger Crossed de Architecture in Helsinski)
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