Y resulta que llego de lo más relajado luego de las vacaciones, y ZAS!, que en la agencia están todos vueltos locos. Algunos trabajaron el domingo, licitación para este viernes, comerciales para el martes, catálogos colosales para el miércoles… Uf. Vuelta al trabajo y en quinta. Pero no importa. Tengo las vacaciones fresquitas y la sonrisa no me la saca nadie. Or not yet, at least. Y es que siguiendo con esto de ser turista en el terruño –el centro, sus cafés y tienditas ya me las conozco como nadie-, me dio por ir a perdernos a Valparaíso. Cual turistas. Cerro arriba, por esas callecitas imposibles, mirando casas de colores y sintiendo la brisa marina entre las construcciones victorianas y las baldosas de colores. Nos topamos con el Bar Cinzano (que partió en 1896 y sigue tan campante, mire usté), subimos por ese mismo cerro hasta el paseo Atkinson y nos sentamos en la hiper-panorámica terraza del increíble Hotel Brighton a tomar capuchinos y a comer pasteles del buffet de postres. Sí, me salí de la dieta. Pequé. Mientras, de fondo, unas gaviotas intentaban gritar por sobre Bing Crosby, pero no lo lograron. De ahí, la ropa increíble de Design For Valparaíso me dejó con cargo de conciencia (mi meta es no comprarme nada de ropa hasta que baje los malditos kilos de más). El coche de Nicolás se volvió 4×4 entre las calles de adoquines y los paseos con olor a siglo 19 que nos terminaron por mostrar este Valparaíso que, para variar, conocía sólo de oídas. El centro es un Baires cualquiera. Puertas de roble antiquísimas; rococós en fierro y piedra; gringos con mapas, cafés muy trendys. Los troles que te pasan. Las tienditas de vinilos que aparecen de sorpresa y te dejan boquiabierto mientras sigues subiendo por calles que juegan con la ley de la gravedad. Todo antiguo. Todo nuevo. Con ese aroma a vintage tan valpo y tan pero tan repetible. Perderse. Turistear. Terminar sentado con un grupo de gringos que hablan de que qué bonito que es Vaparaisou… Y yo asintiendo con la cabeza y haciendo como que también soy turista… hasta que me doy cuenta que de verdad que lo soy. Plop.
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