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  • Foto del escritorCristián Ritalin León

Fight club

Esta semana no he escrito mucho porque me agarré con la Romi. Heavy. Muy heavy. Y no tanto de gritos y platos rotos, sino que de contenido: siempre las mismas peleas, siempre nos molesta lo mismo el uno del otro… así que me fui en la introspectiva de martes a jueves, cuestionándomelo todo. Todo. Finalmente, gracias a mi buen amigo “pepe grillo” Wunkhaus, mucha mucha mucha conversación con la Romi y un soundtrack que se mandó el mentado friend como de epìlogo pujilístico, podríamos decir que casi reconfirmamos nuestros votos. El remezón fue power, pero por lo mismo me (y nos) confirmó que eso de que el amor es más fuerte, a veces, deja de ser un cliché y muta en una verdad absoluta. Con la Romi somos diametralmente opuestos. Y si bien solemos verlo como un complemento, otras veces es un gran problema. Desde qué ver en la tele hasta el colegio donde vamos a poner a Sebastián. Desde el gringou hasta la italiana. Desde el ritalín hasta el vitamínico. All you need is love, tough. En un mundo donde el 52% de los matrimonios fracasa, es fuerte llegar al punto donde puedes tomar la misma decisión y mandar todo a la cresta. Es fácil. De hecho, mucho más fácil que estar 3 días mirándote los zapatos y pensando en cómo cresta volver a estar bien… o qué hacer para recomponer una relación que, en casos como este, la gotita y el neoprén no sirven. Personalmente, mi gran ayuda la tuve de parte de Hans. Hablar con él, que es separado y vivió todo ida y vuelta, y de paso poder desahogarte con alguien que te conoce bien, te hace enfocar bien tu problema. El resto, es hablar con tu pareja y poder focalizar bien su problema… y comprometerse a cambiar. Tú. No ella. Porque esto no se trata de cambiar al otro. Se trata de cambiar tú, y esperar que el otro cambie también por ti. Si hay amor, así va a ser. Y todo el resto de los problemas no va a importar. Porque están juntos. Porque se quieren. Y porque de verdad que quieren hacer algo al respecto. Si no hay ganas de cambiar, no hay amor. Así de simple. O, ya: a lo mejor queda amor, pero no hay comunicación… que es el primer paso para el desenamoramiento. Y la gente cambia con el tiempo. Obvio. Y hay que estar constantemente en una cita a ciegas con tu media naranja, reencajando y reencantando tu amor. Un amor que está vivo. Respira, se enferma, crece. Cambia. Madura. El día terminó con la Romi y yo acostados jugando PlayStation, tal como lo hacíamos cuando recién nos casamos. Y una sensación de paz me volvió. Paz, y la sensación de seguridad de haber vuelto a conectarme con ella. En algún momento le puse pausa al juego y la quedé mirando. “¿Qué pasó? ¿seguimos?”. Sí. Seguimos.

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