Hace un año (clic) estaba armando la caja para venirme a McCann, despidiéndome hasta de las mesas y pensando en el tremendo cambio que me venía. En todo sentido. Antigua-nueva agencia. Puesto nuevo. Hijo nuevo. El 2006 se nos va, y es inevitable el repaso. Fue un año que, aunque no se sintió tanto –cuando te mueves no sientes el desplazamiento-, anduvo re movido: desde el nacimiento de Nicolás hasta la dirección creativa por varios meses. Desde haber puesto acelerador nuevamente (y de paso bajar como 12 kilos), hasta emocionarme al ver a Sebastián a punto de entrar al colegio. Con sus rulos y todo. Un año más trabajólico. Menos compartido y, de todas maneras, mucho menos carreteado. Pero, por lo mismo, un año en que disfruté a concho a mi familia; aprendí mucho más de vivir en pareja –con altos bien altos y bajos bien bajos-. A regalonear. A disfrutar a mis amigos, y emocionarme al confirmar que de lo bueno poco. Fue un año de paseos empujando un coche y viendo a mi perro correr como oso de peluche a cuerda, mientras conversaba con la Romi o corría con Sebastián. El 2006, además, fue mi último año de veinteañero. Y tuvo espasmos de disfrute y ataques de trabajo. Tuvo hartas salidas al parque. ¡Cambio de pañales!, otra vez, y golpes en el pecho cuando escuché “Pa-pá”, o lo vi escrito chueco con un lapiz scripto. Grande, el 2006. Fuerte. Y justo cuando uno empieza a acostumbrarse a él… se nos va. Y llega el 2007. Nuevecito. Con toda la buena onda del cuaderno nuevo. ¿Y cómo me gustaría que viniera? Profesionalmente, más premios; más alegrías y menos trabajolismo. Con proyectos que me hagan avanzar como creativo. Pero también más tiempo para los amigos y más tiempo para mi familia. Con más disfrute y con menos locura. Pero eso no depende tanto del año. Depende de uno, ¿no?… Anyway, se nos fue el año del perro, señores. Y empieza la buena vibra de un año sin cargas. Un año nuevecito de paquete. ¿Cómo les tocó este? ¿Cómo quieren que les toque el 2007? Contad. Que para eso estamos.
Cristián Ritalin León
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