No work. No calls. No news. No blogging. No comments. No nothing. El tiempo está detenido en miércoles y no hay forma de empujarlo. Es mi último miércoles en mi agencia, tengo la caja lista debajo de mi escritorio (la proverbial caja que se sostiene con una mano mientras te despides con la otra) y nisiquiera hay moscas como para verlas pasar. Ya terminé todos los backups y las limpiezas y los papeleos… y nada. Absolutamente nada. Estoy trabajando en un proyecto que se va a presentar cuando ya no esté, a gente que no puede saber que me fui (“Está de vacaciones” va a ser la consigna que va a tapar el hecho de irme a trabajar con la competencia), así que comprenderán que el efecto epílogo alargado lo tengo sobre mi cabeza. Perforándome el reloj, que parece que a ratos va para atrás en lugar de adelante. Así que hoy, cual rito final, gasté mi último cheque restorán con H e Ignacio en el Sushita. Para volver más tarde con los pies de plomo a intentar trabajar en algo que sé que no voy a terminar, leer blogs añejos, hojear noticias sosas y tamborilear mi escritorio con cara de espera.
Y bueh. Por lo pronto, voy a intentar seguir con mi día de ulpo haciendo pitanzas a mi otra agencia (he estado llamando toda la mañana a gente de la agencia susurrando “Queda poquiiiiiito”, como en el comercial de Loncoleche; luego cuelgo) y esperando encontrar algún aviso o canción o post interesante en el cybermundo. Mira que en el mundo real, hoy no pasa nada de nada.
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