Dicen que el aburrimiento es la madre de la creatividad… Si es así, tengo miedo. Mucho miedo. Y es que en los últimos años, la ubicuidad que nos dan los smartphones, tablets y la mega-luminisencia de los Wifis gratuitos (ya el municipio de New York está convirtiendo las antiguas cabinas de teléfono de la ciudad en Hotspots gratuitas) están haciendo que cada vez sea más difícil aburrirse. Toma por ejemplo el aquí y ahora: estoy esperando entrar a una reunión. Y, por mientras, la sala de espera contiene un grupo de cuerpos silenciosos (sus cabezas están en sus mails, en su Facebook, en sus twitters, en -ejem- sus blogs) esperando el “les toca” de la secretaria para volver a conectarse a la vida real. Otro ejemplo: Netflix. Debo reconocer que desde que llegó y probé su mes gratis, no me calentó para nada. Películas viejas, mi fukin conexión de VTR -que tienen la amabilidad de pagar mis 12 años con ellos con un Wimax de mierda que con suerte me da 1.5 megas Con suerte-
… Pero bastó conectar mi Wii y mi PS3 (y màs tarde mi AppleTV, si me apuran) para convertirme en un adicto: agarrar algunas serie vieja (Dexter), ver películas antiguas con los niños (Pixar) y encontrarme con que ni tener que bajar a cocinarme algo, o el baño, son impedimento para el continuum del anti-aburrimiento: le pongo pausa en la tele, sigo en mi iPad, luego en mi iPhone, y podría seguir eternamente.
Se nos acabo el aburrimiento. Las agencias de medios ya hablan de los peaks multiplicados (ver tele en las horas de taco desde tu smartphone? Toma), la internet ya casi “no existe” por su presencia absoluta.
Y yo aquí, con mi cuerpo en una sala de espera y mi cabeza en mi blog, pensando que qué pasará con la creatividad cuando ya no tengamos tiempo de mirar el cielo y suspirar de aburridos.
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