No tengo un trago definitivo. Me da por temporadas. Por mi familia, siempre me ha gustado el vino. Y con amigos, me ha dado entre el Ron, la caipirinha… Y luego el pisco (post borracheras estudiantiles, cuando más adelante llevé la cuenta de Alto del Carmen aprendí a tomar un buen pisco). Más tarde llegaron las cervezas artesanales -me costó; entré por la de miel Kuntsman-… Y ahora, no me pregunten por qué, me empezó a gustar el whisky. Pero el buen whisky. Ese que no se toma siempre. No el Ballantine`s ni el Johnny Walker. Claro, no es cualquier gustillo. Por eso cuando viajé a Sao Paulo hace unas semanas, me quise regalar un buen whisky al regreso. Para suerte mía, caminaba al lado de un experto, que me dijo que no importaba la etiqueta, sino el tipo de whisky: un escocés, SINGLE BLEND, es lejos lo mejor que hay. “Y mira la suerte que tienes: este whisky de acá es de Islay. Una pequeña isla que hace un whisky espectacular; te vas a acordar de mi”. La botella en cuestión era esta que ven acá. Bowmore de 12 años. Les doy el dato, porque esa misma botella de 750 cc que venden a casi 50 lucas en tiendas especializadas, está en estos días en US$40 en el Duty Free de SCL. Y no se van a olvidar más: Islay es una isla de expertos maestros de whisky. El aroma y sabor ahumado es característico; y único. Hice caso en cada detalle -como usar agua purificada para el hielo, cosa de no echar a perder la experiencia-… Y sólo les puedo decir que espero que la promoción continúe para mi próximo viaje.
Así que les dejo el dato. Por mi parte, sábado tranquilo en casa con todos durmiendo temprano, qué mejor que ir por un vaso lleno de hielo muy transparente, escuchar el sonido seco del corcho… Y deleitarse, en silencio, con el tintineo del hielo y el sabor ahumado e intenso de un buen whisky. Salud.
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