Y claro, pueh. Uno que ama el sol y las cejas al viento (que de pelo es lo poco que me va quedando), sale con el casco de verano y ¡plop!, que en la noche hace frío. Clásico en estas fechas. Tan clásico como el dolor de garganta que me vino al día siguiente, que casi me hizo cancelar un asado familiar para inaugurar la remodelación de la terraza, pero que se mantuvo piola entre los salúes y el humo… pero que no se aguantó las ganas de botarme el domingo. Y el lunes. Capaz que hasta el martes. Y lata, porque me carga estar sin moverme… pero bien por el montón de revistas arrumadas y películas sin ver, y hasta por el control de la tv satelital que por fin entendí. Así que partí la semana entre remedios, sobrecitos de Tapsín (nota: el de miel y pica es asqueroso, huíd de él), vitamina C, harto líquido y harta lectura. Retomé el “Por qué queremos lo que queremos” de Melinda Davis; hojeé las últimas Blank y Travesía; empecé la 6ta. temporada de “24”, disfruté mucho “Marie Antoinette” de Sofía Coppola y hasta aproveché de ver Dvds familiares antiguos. De esos donde Sebastián es de este porte y mi guata de esta otra. Uf, que días de ballenato esos. Malditos cheques restorán. Y nada, pueh. Atento al nuevo libro de Douglas Coupland, “JPod”, a la segunda temporada de Roma y a mi salud de mañana. Para mi que de tanto decir “salud” el viernes y el sábado, se me agotó para el domingo. Nosve.
Cristián Ritalin León
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