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Foto del escritorCristián Ritalin León

Curanto a la Italiana

No sé si les conté, pero mi abuela paterna es de Chiloé. De Quenac, específicamente. Una isla con niebla y mar eterno que parece sacada de un cuento irlandés. Cuenta la leyenda que mi tatarabuelo era un marino mercante -algunos dicen que en realidad era un bucanero, pero para el caso da lo mismo- que naufragó en la isla y se quedó ahí con el resto de la tropa. Siendo Vasco-Francés, mutó su nombre de AImable a Imable y se casó con una Andrade, que se casó con un Imable… y dale que dale por no se cuántos años, entre los Andrade y los Imable. Hasta que Chiloé dejó de ser colonia española, hace apenas unos lustros, y entró en contacto con el resto del “conti”. En fin. Cuento corto, mi abuela es chilota. Y creo que además de Isla de Pascua, Chiloé es como el único lugar de este país que tiene la onda que tanto le falta al continente. Y no es que el resto de Chile no tenga tradiciones! Pero la cueca es lo más fome e inpracticable que existe; la chueca y el palo encebado los he visto en fotos y las humitas no son de chile, se llaman humintas y son aimará… Así que prefiero lo entretenido de la cultura chilota. Lejos. El licor de oro, la chicha de manzana, el trauco, los palafitos… Y el curanto. Mmmm… Así que cuando la Romi me dijo que el domingo su tata iba a hacer un curanto de despedida para su primo y su polola que vuelven a Canada, me acordé del Curanto del Club Chilote… y lo contrasté con el curanto que hace su abuelo, que es italiano, y que cree -y hace creer al resto de la familia- que curanto es un cocimiento. Y bueh, igual le queda exquisito, pero valga la diferencia: El curanto en olla no es sólo mariscos y carne cocinados en vino blanco. Además tiene Ulte -un alga que es asquerosa, pero que en la preparación le da un toque exquisito-, mariscos ahumados, papas (base de la alimentación chilota) y los infaltables milkaos (hechos con chicharrones, papas y harina, todo en masa y fritos), seguidos por unos chapaleles -que se hacen igual que un ñoqui, pero gigante- con miel de ulmo. ESO es un curanto. Y repito, el curanto-a-la-italiana del domingo no estuvo nada mal, pero eché de menos la chicha de manzana y el olor de la leña. Eso sin contar los milkaos y el infaltable “yoco”, que es lo que te llevas a la casa de lo que sobró del curanto. Cual doggy bag sureño. Pero estuvo bueno, lo reconozco. El caldito mezclado con carne de jaiba y jugo de limón todavía me hace agua la boca de solo recordarlo. Pero me quedo debiendo un curanto como debe ser (el “Rincón del Calvo” en La Reina y el Club Chilote son los unicos lugares de Santiago que lo hacen bien). Mi ADN lo pide.

Una de las construcciones de Quenac, Chiloé.

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