Internet. Películas. Libros. Celulares. La aldea global; la hiperconexión. Sumidos y asumidos dentro de un mundo binario en el que nos desenvolvemos con tanta soltura y acostumbramiento, que ni nos damos cuenta que la mayor parte del tiempo la pasamos frente a una pantalla. Comunicándonos por medio de herramientas y teclas y pantallitas de plasma, pero solos en nuestro cubículo. Que increíble. En los últimos 20 años, el cambio de vida ha sido monumental, y nadie parece reparar en ello. Porque, claro, estamos tanto o más conectados con nuestros amigos, parientes y colegas que antes. Pero nuestra vida transcurre más en la virtualidad que en la realidad. Y entiéndase virtualidad no como el mundo de los computadores, sino como el mundo de las ideas. Y éste, a su vez, tampoco como el mundo de las ideas de Platón, sino que al mundo del pensamiento. El mundo en que todo es concepto. Lenguaje. Ideas. Pasamos más tiempo viendo películas o leyendo libros, en Internet o chateando, que relacionándonos corpóreamente. De forma real. Así que me pregunto, ¿evolucionará nuestro cuerpo junto con la mente? ¿llegaremos a tener dedos más rápidos que nuestra boca; ojos mejores que nuestras piernas? Si queremos oír más fuerte, subimos el volumen. No necesitamos agudizar nuestra vista, sino calibrar nuestra pantalla. Seres binarios. Seres conectados en mente y alma, pero no en cuerpo. El ejercicio es ahora una opción, no una necesidad. Si no quiero ir al gimnasio y hacer aerobox, tengo la opción de no moverme más que para apretar el botón del ascensor, mover los tobillos para frenar o acelerar y caminar de una pieza a otra. Heavy, no? Hace unos años leí un artículo donde un futurólogo nos mostraba el cuerpo de un humano 15 millones de años en el futuro. Un ser del tamaño de un brazo, con dedos largos y frágiles, piernas atrofiadas por la falta de uso y fuera mínima. Las máquinas serán nuestros músculos. Los focos nuestros ojos; los parlantes nuestros oídos. McLuhan, Gibson y los cyberpunks pre 0`s pensaron en el mundo de la hipercarretera de la comunicación. En lo bueno que será la vida cómoda y binaria y comunicada… Pero, al paso que vamos, veo un futuro más encerrado que libre. Menos pasto. Más cemento. Más cubículos y terrazas minimal y design que campos y bichos y aire puro. O no; aire puro va a habar. Pero allá afuera. Allá donde no está la vida que vivimos entre ceros y unos y nicks y megaproducciones en 5.1 La vida real es cada vez menos interesante. Menos práctica. Y la vida sobre la que nosotros mismos nos estamos encorvando está llena de acción y teclas y polímeros suaves y limpios. Una vida fuera de nuestra propia vida.
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