Hoy despertamos con la buena noticia de que alguien había encontrado los documentos del auto. Intactos. Así que luego de que la Romi pasó a hacer la constancia a carabineros (conste que ella quiso), almorzamos rápido y pasamos a buscar a Hans y su hijo martín en nuestro ahora silencioso auto. El destino: boulevard del Parque Arauco.
Santiago se veía igual de luminoso y limpio que en la película “Secuestro” de Gonzalo Lira… pero una versión entretenida y bien contada. Luego de que me acompañaron todos a Zara, donde una vez más me di cuenta de que necesito reforzar mi gym o cambiar mi look de frentón, nos separamos: los hombres al cine y la mujer-con-attachment a vitrinear.
Me encanta ir al cine con Sebastián. De solo verle esa cara de fascinación, con una mano en las cabritas y la otra sobre la mía, no me importa que estemos viendo una porquería de película… como fue el caso.
¡¡Que cosa más malaaa!! Y reconozco que soy muy pendejo en gustos fílmicos, pero no aguanto una película que trata a los niños como pelotudos. Guiones forzados, actuaciones pésimas… y un 3D descolorido que ninguno de los niños aguantó mucho rato antes de sacarse los lentes y reclamar que se veía raro (¿alguien puede aguantar 40 minutos viendo 3D? A mi me empezó a doler la cabeza). Epílogo: Sebastián que se quería ir, Martín cambiándose de silla y yo comiendo mis gomitas ácidas y mirando la película por inercia. Hasta que se prendieron las luces, algún tarado aplaudió y yo tomé a Sebastián. Cuando salíamos del cine, le pregunto que qué le pareció la película. El, ahora si con sus lentes 3D, se los saca y me dice “¡¡muy guena!!… ¿Vamos a verla otra vez?” Me comí mi última gomita ácida e hice una mueca. Por la gomita y por el comentario.
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