Así que ando en auto. Le saqué todo el polvo, lo enceré y lo dejé impecable. So… ahora soy uno más de los cientos de giles que conforman los tacos. Aunque un poco menos: caché que si salgo a las 9.30 de la oficina, llego a las 9.40. Y si salgo a las 9.20, llego casi a las diez. Plop. A ver si alguien logra explicar eso con matemáticas. Andar en auto tiene su lado bueno, eso sí. Me voy escuchando mis discos, y el perfume efectivamente me dura. ¿habrá sido el viento, digo yo?… Antes me echaba y era como si nada. La cosa es que ando en auto todos los días excepto hoy, que la Romi fue a despedir al Nico, su primo, que se fue a vivir a Madrid el desgraciao. (Plus: el vuelo se sobrevendió y le dieron 150 euros, dos comidas para 2 personas en el Sheraton y todo lo que quiera llevar de peso extra, gratis. Chán.) Al mismo tiempo, yo aprendía cual cavernícola a usar la famosa tarjetita que me mandó el banco, chequeando los recorridos por internet y preguntándole al micrero si efectivamente pasaba por Los Leones. Me miró raro cuando busqué donde poner la tarjetita. Y la vieja del lado me siguió mirando cuando esperé que saliera el boleto o algo. Play a mi Nomad y el viaje se me volvió agradable. Gotan Project. Arctic Monkeys, y abajo. Sin vidrios ni casco entre la ciudad y yo, aproveché de disfrutar cada paso. Los kioscos; la gente. Santiago en zapatillas. Nice.
top of page
Buscar
bottom of page
Comments